A Silvia le debían una mirada. Al menos una, pensaba sentada en el andén. Miraba sus pies torcidos hacia dentro, curvada hacia delante con las manos en el banco. Apretaba con fuerza el metal hasta dejarse marcas en las palmas de las manos. Ahí estaba ella pensando en las veces que se había quedado sola sin ella pedirlo, sin ella quererlo. Mordía su labio con un deseo todavía incandescente pero miraba al suelo sin pretender, como solía, buscar detrás de su espalda a quien la había dejado en ese estado. En esta ocasión fue Carlos el que se quedó arriba en la calle, por fuera del metro. Se prohibió levantar la cabeza y esperar la sorpresa que nunca sucedía. Acababa de hablar con él. No estaba bien lo que había pasado, él quería seguir sin romper los esquemas y ella no sabía muy bien lo que quería. Puede que fuese debilidad, necesidad y encuentro. Pero ya se habían despedido y mejor a tiempo, reflexionaba mientras afirmaba levemente con la cabeza gacha. En un par de semanas como nueva. Tampoco miró cuánto tardaría el metro en llegar, no quería moverse de esa parada, de ese último lugar. Se mordía el labio en estos pensamientos cuando llegó alguien y se sentó al lado. Sólo vio sus pies y por fin, sorprendida por no esperarlo, sonrío y ahí supo que ahora sí sería complicado salir de ese círculo sin rumbo.
(Fotografía: Raquel del Arco "Time is running out")